Oct 19, 2008

un dúo perfecto



Hoy me deperté media romanticona. Me acordé de dos de mis favoritos que compartieron escenario hace unos meses en Manchester. A más de uno nos sorpendió que Eddie Vedder conociera una canción del hawaiano Jack Johnson: “Constellations”! Una balada para acostarse debajo las estrellas y ser feliz...

Oct 18, 2008

el perfume

Creo que eran cerca de las 22:00 cuando, después de haberme duchado y perfumado, decidí no salir. No por nada, dejar a la gente que quiero plantada es una de las cosas que mejor sé hacer! Apagué el celular y rescaté una película más del olvido: "El perfume: Historia de un asesino" de Tom Tykwer. Los dramas íntimos de "Heaven" y "La princesa y el guerrero" no me habían matado de la emoción como lo había hecho "Corre, Lola, corre". La pintilla pro Hollywood que llevaba mi carátula pirata de "El perfume", tampoco era una invitación para verla un sábado por la noche. Igual, decidí darle una oportunidad.
El protagonista, Jean-Baptiste Grenouille, es un hombre dotado de un extraordinario olfato pero desposeído de todo amor, dinero, amistad. Este tipo que se convertirá en un maestro del perfume, nace en Francia del siglo dieciocho, en medio de un mercado de pescado! Su único objetivo será el de retener el aroma de las personas para siempre, cueste lo que cueste.
Se puede decir que es un protagonista amoral y despiadado, de esos que detestas y que quisieras arrancar de la pantalla para darles un buen sopapo. Sin embargo, en el transcurso de la película, Tykwer logra que veamos a Jean-Baptise sin juicios ni prejuicios al presentárnoslo como un hombre obsesionado con su arte, que sólo quiere perfeccionar su técnica y satisfacer su rara obsesión. La posición en la que Tykwer coloca al espectador me pareció interesante, por ser akward, incómoda, imprecisa. No se quiere al malo ni se lo detesta sino que se duda de ambas cosas todo el tiempo.
A comienzos de la peli, el posible amor de Jean-Baptise muere en sus brazos. El aroma de la mujer que cree amar, -o mejor dicho el aroma que cree amar pues a la mujer apenas la conoce, o si la conoce es por medio de su aroma- desaparece para siempre. Caput. Ésa la inspiración de Jean-Baptise para crear perfumes: retener para siempre lo fugitivo, lo que ya no es o, por qué no, lo que nunca ha sido excepto en su mente o en el caso de Jean-Baptise, en su nariz.
Twyker es un maestro al retratar los cuerpos de las mujeres asesinadas que aún se conservan bellos minutos después; el momentito en el que las mujeres son ellas y dejan de ser ellas. También es un maestro en manipularnos como espectadores al situarnos en la plaza , junto a la gente del pueblo a mirar la ejecución de Jean Baptise. Junto con ellos nos dejamos sorprender por el nuevo aroma que trae Jean Baptise y caemos rendidos a sus pies.
En fin, sigo siendo de la opinión de que toda adaptación de un libro al cine va a perder algo valioso, como el aroma de esas mujeres. (Excepciones hay, como la de Leduc). Aún así disfruté de "El perfume" porque no se me hizo un drama de época predecible y bonito, como los hay muchos. Además es una película que en su estética es impecable pero con todo, no llega a ser una película representativa de Tom Tykwer. Para eso vuelvan a ver "Corre, Lola, corre"!



Oct 16, 2008

tall cappuccino

Era uno de esos momentos raros, cuando está por acabar el día y sin embargo piensas que todavía es muy temprano para dormir. Apagué la tele, me acomodé en el sofá e intenté no pensar ni hacer absolutamente nada. Era imposible. Las plantas del living respiraban demasiado fuerte, los colores de los cuadros me molestaban los ojos y los pensamientos más perturbadores buscaban solo una ventanita para salir de ese lugar tan desagradable donde se mantienen encerrados. ¿Qué estará haciendo él? me pregunté y apenas me escuché maldije en ingles y después en español para terminar de desahogarme.
Había pasado bastante tiempo desde que él y yo habíamos hablado por última vez. Me refiero a hablado en persona y no por teléfono o con la mala manía que teníamos de encontrarnos por internet. La última imagen entera y real podía haber sido en Starbucks, él un poco reclinado hacia atrás; yo más bien inclinada hacia adelante, luchando contra esa fuerza que me atraía a él como un imán. Él me comentaba algo que andaba leyendo en el New York Times, aunque la verdad, creo que solamente me hablaba en ese tono mientras hojeaba el periódico y lo que hacía realmente era contarme cosas acerca de su esposa y su hija.
Yo no prestaba mucha atención a lo que me decía, escuchaba mucho más el ruido de fondo y me incomodaba que el café no tuviera música. Estaba lleno de estudiantes muy jóvenes y bastante antipáticos que apenas hablaban entre sí y preferían conectarse a sus ipods. Los únicos que leíamos el periódico éramos nosotros. Pensé que nos habíamos acostumbrado a esto, a estar en cualquier café en cualquier lugar del mundo, hojeando periódicos. Se bebió su café, tall cappuccino, y recuerdo que mientras lo hacía maldije en ingles, “so fucking beautiful”. Me sentí fatal.
Encendí la tele y le pregunté a mi esposo si quería un café. “No”, me dijo, “se te ha olvidado, el café me provoca gastritis.” Y era verdad, especialmente en uno de esos momentos raros, cuando está por acabar el día y sin embargo piensas que es muy temprano para dormir.